Hace un par de años, mientras me ocupaba de archivar los artículos sobre los autores y autoras de la agencia literaria en la que trabajaba, leí y aprendí un poco de la vida y obra de Javier Marías. Marías era un autor que en vida nunca me interesó demasiado, al final era un hombre ocupando una silla de la RAE, pero tras su muerte y, sobre todo, debido a mi puesto en la agencia, empecé a cogerle cariño, especialmente tras leer Corazón tan blanco.
Poco a poco pequeños detalles de su vida se han ido desplegando ante mí. Un día leyendo uno de estos artículos en mi tarea archivística sobre Los dominios del lobo, la primera novela de Marías, me enteré de que este se escapó a París con 17 años para escribirla (aunque en el prólogo explica que el principal motivo fue que asociaba esta ciudad al cine). Allí vivía su tío, el director de cine Jesús Franco, que le prestó su casa para quedarse. Jesús (Jess) Franco fue un destacado director de cine de terror de los 70, con películas como Las Vampiras y El conde Drácula, además de películas pornográficas.
Otro día di por casualidad con otro familiar del escritor, su hermano Miguel Marías. Lo curioso es que me topé con un perfil de Letterboxd que se dedica a recopilar los escritos de este crítico de cine y economista. Entre sus películas favoritas se cuentan The Wings of Eagles, Vertigo, Street of Shame (same) y Isn’t Life Wonderful. Sospecho que Miguel Marías y yo nos llevaríamos bien. En esta entrevista explica que «la labor de la crítica no es entrar en análisis o darle vueltas a las películas, yo creo que su función es sugerir» y además pone de manifiesto el estado de la crítica (es de 2013 pero creo que lo que dice sigue siendo vigente): «parte de la crítica quiere estar a bien. No quiere crearse enemigos, que es muy molesto. Eso requiere diplomacia y, también, influye el nombre del medio. Luego igual se toman represalias como no invitarte a pases de prensa o a festivales». Coincido.
Un día me fijé en que Miguel Marías había escrito sobre Sleepless in Seattle (1993), la segunda película dirigida por Nora Ephron tras This is my Life y haber trabajado como guionista ya en When Harry Met Sally o Silkwood (por cierto, estuvo nominada al Oscar al mejor guion original por estas dos películas, también por Sleepless). Creí intuir qué tenía que decir un crítico de cine sobre Ephron, pero estaba equivocada. Marías destaca que la película tuvo muy buena acogida entre los espectadores, especialmente en Estados Unidos, pero fue «maltratada por la crítica», que, en palabras de Marías, la calificó de «“sentimental”; el resto van en batería, tengan o no alguna base: blanda, convencional, sensiblera, melodramática»1.
Le pregunto a mi amiga Julia sobre esta película porque es una autoridad en todo lo relacionado con Jane Austen y Nora Ephron y, dando cuenta de que así es, me envía un audio delicioso de nueve minutos sobre Sleepless in Seattle. Julia me comenta que ya no se hacen pelis así, que «dentro de las películas románticas hemos perdido la capacidad de que abarquen todo el espectro que abarcaban las pelis de Nora Ephron». Para Julia se trata de un cuento contemporáneo que recupera lo mejor de las comedias de Hollywood de los 50 y los 60 (Ephron rinde homenaje explícitamente a An Affair to Remember de Leo McCarey). Es una película que aporta una visión muy poco cínica del romance, ni benévola ni complaciente, cuyos personajes se desarrollan en la horizontalidad y aporta una visión interesante de la masculinidad.
¿Y qué dijo la crítica? Aquí os dejo algunos fragmentos que he encontrado:
Augusto Martínez Torres, El País, 14/11/1993
«Hay que reconocer, no sé si en su favor o en su contra, que Algo para recordar no tiene nada que envidiar a aquellas producciones. Parece dirigida por un hombre.
[…] Aunque Nora Ephron demuestra mucho más oficio como realizadora del que en realidad tiene, gracias a la sabia construcción del guión en que se sustenta, el resultado queda muy lejos de sus brillantes modelos
[…] Sin embargo, esta novedad da al resultado un cierto tono de situación única demasiado estirada, que, a pesar de estar bien resuelta a niveles de estructura dramática, llega a ser pesada por una realización que no está a la misma altura.
Owen Gleiberman, Entertainment Weekly, 26/07/2007
«Don’t get me wrong: I have no objection to shamelessly corny love stories that make you well up with tearful joy. I just don’t like it when the movie does the welling up for you».
Todo esto se puede relacionar con la escena del principio en la que Meg Ryan, mientras explica la llamada del niño a la radio en una reunión, empieza a hablar sobre un anuncio con su compañera, y se dan la mano emocionadas al recordarlo. Al percatarse de la presencia de otros dos compañeros la emoción se acaba, vuelven a la realidad de la oficina.
Tras esa fractura sus dos compañeros llaman de forma despectiva desesperadas en busca de amor a las mujeres que llamaron a la radio preguntando por Tom Hanks. Minimizar, denostar, tachar de sensiblería todo aquello que apela mínimamente a los sentimientos y considerarlo un artefacto de segunda. Yo en esta ocasión me quedo con la crítica de Miguel Marías, que explica que si Tom Hanks y Meg Ryan nos importan es porque son personajes vulnerables, y esta frase de Adrian Vieitez sacada de su reseña de Letterboxd:
«[…] esta película es mucho más que simple código. Tiene algo que yo relaciono mucho con el amor: me hace sentir en casa y, al mismo tiempo, me reta y me confunde. Es una película extraordinaria».
En “Todos los estrenos. 1994”. Madrid : Ediciones JC, diciembre de 1994
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María,
He topado por casualidad con este blog y me ha hecho ilusión encontrarme en él entradas sensibles e inteligentes.
Me alegra que te haya gustado "Corazón tan blanco", recuerdo estar leyéndolo cuando hablamos.
Bernat.